El agua, el elemento clave para la
subsistencia de la vida, ha sido siempre indispensable para la viabilidad y
desarrollo de toda civilización. Por sus particulares propiedades físicas y por
sus cualidades para disolver y transportar otras sustancias, no es extraño que
en ella se haya originado y desarrollado la vida, que tenga un significado
espiritual tan profundo en la mayoría de las religiones y que sea tan
particularmente susceptible para las acciones contaminantes.
A toda esta gama de acciones para el
conocimiento y manejo del agua, germen de vida, en las tres últimas décadas se
ha agregado la necesidad de enfrentar seriamente el deterioro del recurso por
la persistente acción contaminante de las actividades humanas. Va de suyo que
algunos de los factores contaminantes son incontrolados por el hombre, pero
otros dependen directamente de su acción. Los deshechos industriales,
domésticos y agrícolas pueden transformar los lagos, ríos y arroyos en cloacas
a cielo abierto, y los acuíferos en inservibles para cualquier uso (cuya
percepción no es inmediata por la lentitud de la dinámica subterránea). No
únicamente la contaminación produce deterioros. Cuando se implementan programas
de riego mal diseñados y no se planifica adecuadamente el uso del agua, los
efectos son: la revenición, salinización, desertificación y erosión. La
resultante, es la pérdida de capacidad productiva de los suelos que lleva
inmediatamente a la escasez de alimentos, situación grave en un mundo con un
crecimiento poblacional cercano a los 90 millones de habitantes por año.
Según la FAO a partir de 1950 se ha triplicado
el consumo del agua en todo el mundo. Mientras que el consumo por habitante ha
aumentado casi en un 50% (800mts. cúbicos por habitante, siendo el sector
agrícola (70% del total) y el sector industrial (20% del total) son los que
utilizan la mayor parte del agua que se consume.Actualmente, la cuarta parte de
los países del mundo tiene insuficiencia de agua tanto en cantidad como en
calidad, con lo cual no cabe duda que un uso más intensivo e inapropiado del
recurso aumentará los riesgos para la población y supone una grave rémora para
la producción alimentaria, para el desarrollo económico y para la protección de
los ecosistemas. Las repercusiones de los cambios en la calidad de los recursos
hídricos se advierten tanto por sus efectos directos en la salud humana al
potenciar enfermedades de origen hídrico, como por los inconvenientes que
ocasiona para otras formas de vida y por dar lugar a la realización de
esfuerzos especiales para su tratamiento.
Algunas investigaciones han estimado que el
80% de todas las enfermedades y el 33% de las muertes en los países en
desarrollo están relacionados con la inadecuada calidad del agua y según el
estudio del PNUMA "cuatro de cada cinco enfermedades endémicas en los
países en vías de desarrollo se deben al agua sucia o a la falta de
instalaciones sanitarias" y la Organización Mundial de la Salud (OMS)
informó que las enfermedades ligadas al modo de vida y al ambiente son
responsables de las tres cuartas partes de los 49 millones de defunciones que
se producen en el planeta cada año, y, medio mundo -2.500 millones de personas-
sufren enfermedades asociadas a la contaminación del agua y a la falta de
higiene, señalando una estrecha correlación entre la insuficiencia y calidad
del recurso y la ocurrencia de enfermedades de origen hídrico.
Simultáneamente con el agravamiento del
deterioro ambiental, las condiciones económicas de la población en la mayoría
de los países en desarrollo se han estancado o degradado acentuándose las
diferencias de ingresos de los países ricos con los pobres. Así, mientras en la
década del 60, la diferencia de ingresos era de 30 a 1, en la década del 90 es
de 60 a 1. En este momento, los países desarrollados, con el 20% de la
población mundial, controlan el 85% de las finanzas mundiales y los países
subdesarrollados que concentran el 80% de la población mundial, sus economías
sólo representan el 22% del P.B.I. del planeta.
El 20% de la población mundial que concentra
la mayor riqueza aumentó su participación en el ingreso global de un 70 a un
85% en los últimos 30 años. Aquellas naciones en donde habita el 20% más pobre
de la población mundial, participaban a principios de los años 90 con apenas el
3,6% de los ingresos del planeta contra el 4,9% que les correspondía en los
años 60. Actualmente, ya más de mil millones de personas viven por debajo de la
línea de pobreza, definida por un ingreso anual de 370 dólares, esto es, un
poco más de un dólar por día.
El Proceso de reconfiguración económica
conlleva una marcada y continuada polarización en la distribución de la
riqueza. ¿Se podrá mantener semejante orden mundial donde una minoría controla
los recursos de este mundo?, (el 6% de la población mundial goza del 50% de
ingreso.No debemos olvidar que cada vez son más los invitados a la mesa del
mundo y son mayores sus necesidades y legítimas aspiraciones y que el agua,
elemento básico para cualquier forma de existencia, que surte acueductos,
sistemas de riego, minería e industria, generación de electricidad, vía de
transporte y comunicación y, además, el principal escenario donde desarrollamos
nuestro ocio y descanso, está repartida de manera desigual o con un
aprovechamiento inadecuado (se despilfarra, se malgasta o se contamina)
dividiendo a los hombres en privilegiados o no.Muchos hogares de países
desarrollados llegan a consumir diariamente más de 2000 litros de agua de buena
calidad. Al mismo tiempo más de 1700 millones de personas escasamente pueden
acceder a este vital elemento o bien no tienen acceso a un agua segura. (la
Organización Mundial de la Salud considera ideales 150 litros por día).
La vida en nuestro planeta surgió del agua y
desaparecerá cuando ésta nos falte. Tan evidente y rotundo enunciado sirve para
delimitar el lugar que ocupa un elemento que siempre ha sido inoloro, incoloro
e insípido pero que ahora, además de indispensable, es inapreciable y, sobre
todo, insuficiente.
Nuestra agricultura, nuestras ciudades y
nuestras industrias están estrechamente vinculadas al agua y su existencia
estaría amenazada si perdiéramos la capacidad para regularla y manejarla: en
lugar de estar constantemente tratando de abarcar más, hemos de empezar a mirar
hacia nuestro entorno; nuestras regiones, nuestras comunidades, nuestras casas
y nosotros mismos, a fin de hallar maneras de satisfacer nuestras necesidades
al tiempo que respetamos las funciones básicas de sostén de la vida que el agua
desempeña.
Recordemos que las dos terceras partes de
nuestro país tienen déficit hídrico, mientras se manifiestan excesos en
distintas zonas. Esta distribución irregular, ya sea espacial o temporal
(variabilidad de caudales), unidas a una inadecuada gestión, generan serios
problemas ambientales; a lo que debemos agregar la intensa ocupación del
espacio sobre el Litoral Húmedo (concentra aproximadamente las 3/4 partes de la
población total del país), con su conocida importancia
político-económico-social y cultural.La situación mundial en relación con los
recursos hídricos es de una gravedad inocultable; la escasez, el mal uso y la
también mayoritaria creencia popular acerca de su abundancia, han determinado
una excesiva y desaprensiva utilización del recurso lo que plantea una grave y
creciente amenaza para la seguridad alimentaria, la salud humana y los
ecosistemas de los que dependen aquellos.Nos estamos dando cuenta que nuestro
estilo de vida no es sostenible; que estamos viviendo por encima de nuestras
posibilidades. En aras del desarrollo, estamos deteriorando la base de recursos
de los cuales depende nuestra capacidad de sobrevivir en esta tierra y el
mundo, que ayer creímos infinito en superficie y recursos, hoy lo vemos en otra
dimensión, agredido en sus mares, bosques y suelos dando muestras de clara
extenuación.
El ambiente -físico y social- que alberga y
condiciona el quehacer humano, y que lo deseamos y necesitamos sano, seguro,
propicio y estimulante para que los individuos y las comunidades humanas
desplieguen sus mejores posibilidades materiales y espirituales, está limitado,
perturbado y amenazado. Dentro del panorama general del uso y deterioro de los
recursos naturales es importante recordar que, entre los llamados recursos
soporte (¿Renovables?) el agua es uno de los más agredidos. El cambio
experimentado en nuestra relación con la Tierra desde la Revolución Industrial,
en especial a lo largo de este siglo, -y con mayor evidencia durante las
últimas décadas- está provocando en la actualidad graves perjuicios en el
sistema hidrológico mundial. La crisis hídrica es, en estos momentos, una de
las mayores preocupaciones ambientales y podría señalarse que asumirá niveles
de mayor criticidad, lo que la convertiría de hecho en la crisis ambiental por
excelencia del siglo XXI.
Los recursos hídricos están, ciertamente, en
condiciones de desarrollar todos los usos posibles y satisfacer todas las
demandas requeridas. Pero no podemos pedirle que responda simultáneamente a
todos ellos, ya que algunos usos se contraponen y algunas demandas se contradicen.El
manejo del agua es hoy absolutamente necesario, tanto desde la perspectiva del
buen uso de los recursos naturales de que se dispone cuanto desde la de su
conservación y renovación, como bases de un desarrollo sostenible en el tiempo
y que tenga como destinatario real al hombre de hoy y al de mañana. No escapará
a ustedes que los problemas derivados del descuido, de la negligencia o de la
simple depredación, no pueden ser resueltos sólo con obras civiles de
contención de avalanchas, con encauzamiento artificial de los cursos de agua o
reforzando puentes u otras acciones mastodónticas de alto costo y de precaria
utilidad.Hoy es evidente la necesidad de enfocar esta situación en forma
comprensiva, es decir, trabajando en todo el ámbito geográfico y con todas las
unidades, públicas y privadas, directamente involucradas. Este, a nuestro
juicio, es un camino posible aunque ciertamente difícil. No sólo se deberá
concertar y compatibilizar intereses a veces contrapuestos y cambiar hábitos
muy arraigados de trabajo de nuestras organizaciones, sino que estará marcado
por el mediano y largo plazo.
Felizmente, se ha desarrollado la conciencia
de que la magnitud de los problemas actuales hace imperioso el trabajo conjunto
y la definitiva superación de los aislamientos disciplinarios o
institucionales, de los cuales sólo resultan visiones fragmentaria o
frustrantes tareas inconclusas. Por eso es muy significativo que organismos
gubernamentales, organizaciones no gubernamentales, universidades e
instituciones públicas y privadas, reúnan a especialistas en distintas áreas
para reflexionar en común sobre un tema que compromete el futuro de la
comunidad misma.
El momento histórico que enfrentamos, las
grandes transformaciones políticas, económicas y sociales que vivimos y los
desafíos que el futuro nos presenta, compromete a la comunidad internacional a
producir más y distribuir mejor lo que se produce conservando al mismo tiempo
los recursos naturales para las generaciones venideras, con la firme convicción
de que solo preservándolos se asegura el derecho de todos a una mejor calidad
de vida.
Garantizar a las generaciones presentes y
futuras alimentos y agua suficientes, y, al mismo tiempo, proteger el ambiente,
son las tareas mas importantes que nunca haya tenido la
comunidad.Afortunadamente, la preocupación por el hábitat, no solo humano sino
total, ha trascendido a los adelantados de su época, que por mucho tiempo nadie
escuchó. Al presente, una inmensa mayoría exige un medio apto para la vida,
ambiente en el que pueda encontrar belleza, descanso y, mas importantes que
ello, posibilidad de una existencia realizada. El hábitat del ser humano en el
siglo XX constituye una variable fundamental de la "calidad de vida".
De esta manera, recuperar nuestros recursos naturales, recrear el equilibrio
perdido, buscar el uso más racional de los bienes existentes, es tarea básica
para resolver muchos de los prob lemas que nos agobian.
Mucho queda por hacer, es cierto, para avanzar
en la búsqueda de un camino de desarrollo sustentable. Si bien el manejo
racional de un recurso renovable y escaso, y el control de las descargas de
contaminantes, son acciones de gobierno imprescindibles para corregir efectos
perjudiciales en el sistema agua-suelo, necesitamos además, un continuado
esfuerzo de interpretación científica y de apropiada creatividad tecnológica;
un nuevo enfoque ético y filosófico y un cambio sustancial de motivaciones y
conductas para hacer posible el desarrollo humano en la Tierra en armonía, no
sólo con los de su especie sino también con toda forma de vida. Lejos de
aquellas visiones que invitan a paralizar la acción en espera de mayor
conocimiento y certeza de sus resultados, compartir experiencias y reflexionar
en conjunto permitirá mostrar caminos y encarar de manera más eficiente el
diseño de una política hídrica con proyección al siglo venidero, sin olvidar
que una sola agua es el agua del planeta, una sola agua fluye por el mundo,
mitiga nuestra sed y sostiene la vida.
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